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La nefasta idea de prender la impresora de billetes

Si es seguidor de Ágora Digital, y si ha escuchado alguna vez el podcast de Sefinpro, se dará cuenta de lo contraproducente que puede resultar emitir moneda para financiar el gasto público. El escenario inflacionario es una de las más peligrosas consecuencias, pero lo más grave de imprimir billetes, es que es una costumbre altamente adictiva. Más aún, en un país con una institucionalidad tan poco rígida, como la de Colombia.


La verdad es que la introducción debería sobrar. Pensar en apagar el incendio económico emitiendo moneda es una solución que solo puede provenir de dos cabezas: la del político populista y la de un niño de cinco años. Hermano, vivimos en un continente en donde abundan los ejemplos de lo peligroso que es prender la impresora del banco central. Perú con el inti[1], Ecuador[2] con el sucre y como si fuera poco, Argentina[3] y Venezuela[4] sirven como alerta roja vigente. Es más, el separador del libro que me estoy leyendo es un bolívar. Con eso le digo todo.


Pero es lo que tenemos. La crisis del Covid a todos nos tiene fregados y esta realidad la reflejan las diezmadas cifras de la economía patria. Emitir billetes no es una solución muy innovadora para el problema, Fajardo ya había propuesto imprimir 30 billones de pesos para generar empleo, Uribe también aseguró que el ingreso solidario era insuficiente y que el gobierno debería recurrir al Banco de la República y ahora Petro fue el encargado de auspiciarnos el debate.


El exguerrillero, con la tesis de Keynes y la TMM debajo del brazo, no le temblaron los dedos para empezar a tuitear que se requería imprimir billetes para que la gente no se muriera de hambre. Que ya se había emitido plata el año pasado y fue a parar a los malvados bancos, ahora es momento de pensar en la gente.


Así es. Todo un presunto experto en economía proponiendo semejante iniciativa, ¡hágame el favor! Por ende, se plantean dos interpretaciones pertinentes sobre la propuesta formulada: la primera es que Petro al parecer, desconocería abiertamente la demanda del peso colombiano a nivel nacional e internacional, dejando en evidencia o bien una propuesta intencionalmente populista, o bien la ignorancia en las consecuencias de la iniciativa formulada. Y la segunda, es que siendo consciente que estamos frente a una moneda con un limitadísimo mercado, aun así propone imprimir más. Hecho este que, si tenemos en cuenta el poder de convocatoria y relevancia en la opinión pública del político, sería nefasto.


La trampa del dinero fiat (o dinero por decreto como el que rige la economía mundial desde la abolición del patrón oro en 1971) radica precisamente en el adornado engaño de que el Estado puede emitir moneda sin límite alguno y de esta manera hacerle frente al desempleo, al pago de la deuda o, como este caso, a una crisis económica aguda. De hecho, esta es la tesis de la llamada teoría monetaria moderna y la defienden grandes pensadores chartalistas como Alfred Mitchell Innes, Frederich Knapp, Randall Wray y, quien tanto ha citado Petro, John Maynard Keynes (Keynes 1930, pp. 4-4).


Ahora, no me malinterprete. Que mencionados pensadores económicos defendieran la intervención del estado en el ciclo económico no quiere decir que apoyaran lo que propone Petro y vamos a ver por qué. Para ellos el dinero es un activo financiero, es decir, un título contable mediante el cual un individuo adquiere el derecho de recibir un beneficio futuro. Y este adquiere valor justamente porque el mismo Estado que lo emite lo acepta como mecanismo de tributación, lo que quiere decir que la impresión de plata tiene que ir acompañada de impuestos que amorticen a la misma. Gustavo no nos ha dicho nada de clavarnos, ¿cierto?


Si el Estado incrementa la oferta monetaria sin incrementar paralelamente las obligaciones tributarias de la gente, lo único que consigue es que el dinero se venda más barato, algo de lo que el propio Randall Wray es consciente (Wray 2015, p. 140). A su vez, la inflación impone costos reales a los agentes económicos (encarece la producción y distribución) lo que comienza a dificultar la recaudación por parte del Estado, perjudicando el poder adquisitivo del contribuyente y el erario público. A este fenómeno se le conoce como “la curva de Laffer”.


Pero más allá de la corriente económica que usa Petro para argumentar la desatinada propuesta, debemos ser pragmáticos en el peligro que esta representa.


Es cierto que la moneda fiat es un activo financiero, ya que carece de valor intrínseco más allá del que le otorga el papel en el que fue impreso. No obstante, al ser un bien tan líquido que facilita el intercambio por activos reales con valor propio, debemos evaluar el dinero como un activo real, ya que indirectamente adquiriría el valor del bien deseado. Por consiguiente, es susceptible de la ley de utilidad marginal decreciente[5], es decir, que entre mayor posesión o consumo exista sobre un bien, mayor será la pérdida de su valor.


De manera que tiene todo el sentido que entre más dinero se emita, más haya en circulación y más tenga la gente, el poder adquisitivo del mismo se irá desvaneciendo, ya que los indicadores del mercado, como pueden ser los precios, operarían con cifras adulteradas que no representan la realidad de toda la economía. El valor de la moneda no se decreta y es el mismo mercado el que se encarga de darle o de quitarle validez[6] (Carl Menger, Tratado de economía política. 1871). Exactamente por esto vale más una promesa de su ex que el bolívar fuerte o el peso argentino.


Ahora, es cierto que la Reserva Federal y el Banco Central Europeo pueden darse el lujo de emitir más moneda que el Banco de la República, ya que tanto el dólar como el euro son divisas con una circulación muchísimo mayor que la del peso. Al ser aceptadas en una mayor cantidad de mercados, su devaluación se torna más complicada que la de la moneda patria, que afuera de la frontera tiene la misma validez que los billetes del monopoly.


También es cierto que el Banco de la República ya influyó en la difícil situación económica otorgándole liquidez al sistema financiero (la banca privada), ya que bajó los tipos de interés[7] para que los bancos pudiesen comprarlo más barato y así mismo lo prestaran con mayor facilidad a la gente. Este estímulo financiero adquiere sentido precisamente en los tipos de interés, ya que esto “le pone un precio a la plata” y representa un filtro para que el contribuyente, desde su discernimiento financiero, se decante por ahorrar o invertir. La intermediación bancaria establece un control sobre la oferta monetaria vigente.


Es necesario aclarar que bajar los tipos de interés es el primer eslabón en el llamado ciclo económico, y quien les escribe tampoco comulga con esta medida pues se identifica con una postura anticíclica al considerar el intervencionismo “maniaco-depresivo” por dar a luz a cuanta burbuja puede existir.


Pero la inflación es una de las consecuencias. Lo realmente grave viene porque imprimir billetes es tan adictivo como la nicotina. Abrir esa caja de pandora puede comprometer para siempre la autonomía del Banco de la República y, por consiguiente, también a los artículos 371, 372 y 373 de la Constitución. Y estos, son el pilar que sostiene la estabilidad macroeconómica de Colombia.


Habiendo entendido lo peligroso de la propuesta, ¿se imaginan realmente el futuro del país con Petro de presidente?

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