Con ocasión a la terminación de este extraño año 2020, vale la pena reflexionar sobre la lectura de un discurso histórico expuesto el 8 de junio de 1978 por el escritor e historiador ruso Aleksandr Solzhenitsyn, Premio Nobel de Literatura (1970), en la Universidad de Harvard cuya participación generó gran expectativa en su momento, en la comunidad universitaria y la política de los Estados Unidos.[1]
Solzhenitsyn quien había sido exiliado de la Unión Soviética, y con varios años viviendo en Occidente (EEUU), dirigió su discurso a reflexionar sobre las señales alarmantes y peligrosas que percibía de la evolución del Estado de Bienestar circundante.
“Estoy sinceramente complacido de estar con ustedes, en esta ocasión del 327° año lectivo en esta antigua e ilustre universidad. Vayan mis felicitaciones y mis mejores deseos para todos aquellos que hoy se gradúan. El lema de Harvard es «Veritas.» Muchos de ustedes ya han aprendido y otros lo aprenderán a lo largo de sus vidas que la verdad nos elude si no nos esforzamos plenamente en seguirla. E incluso mientras nos elude, la ilusión por conocerla todavía persiste y nos lleva a algunos desaciertos. Además, la verdad raramente es grata; casi siempre es amarga. También hay algunas amarguras en mi discurso de hoy. Pero deseo suscitar esa ansiedad no como un adversario sino como un amigo.” [2]
Inició su conocido discurso, levantando su voz de alarma por el futuro que se veía venir sobre la humanidad. En forma similar Joseph Ratzinger entre otros intelectuales, manifestó su conformidad con este diagnóstico, pues Ratzinger incluso ya se había pronunciado sobre el mismo tema hacía una década.
La tesis de Solzhenitsyn consistió en afirmar, el anuncio de la muerte lenta del mundo de occidente por estar enfermo a consecuencia en gran medida del materialismo. Anticipó el proceso de una posmodernidad con “El constante deseo de poseer cada vez más cosas y un nivel de vida cada vez más alto, con la obsesión que esto implica, ha impreso en muchos rostros occidentales rasgos de ansiedad y hasta de depresión, aunque sea habitual ocultar cuidadosamente estos sentimientos”, afirmó en su intervención.
Frente a un mundo convulsionado, el historiador ruso mencionó que “La defensa de los derechos individuales ha alcanzado tales extremos que deja a la sociedad totalmente indefensa contra ciertos individuos. Es hora, en Occidente, de defender no tanto los derechos humanos sino las obligaciones humanas”. Podría decirse que la defensa de los derechos humanos se debía de apoyar en la observación de las obligaciones, más que en su contraposición. La sociedad por tanto se observaba indefensa ante el poder de los medios de comunicación, los que Solzhenitsyn llamó árbitros no electos de nuestra sociedad y de nuestra cultura. En su discurso consideró que “no existe una auténtica responsabilidad moral por la distorsión o la desproporción” en el trabajo de muchos comunicadores, que dan por cierto presunciones, los rumores y la información instantánea. Refirió que “la prensa se ha convertido en el mayor poder dentro de los países occidentales, excediendo el de las legislaturas, los ejecutivos y los judiciales” preguntándose “¿en virtud de qué norma ha sido elegida y ante quién es responsable?”.
La situación descrita en 1978 por Solzhenitsyn se observa acrecentada en estas cuatro décadas, con el poder acrecentado de las redes sociales y los gigantes de Internet, que van imponiendo una forma de pensar, base del discurso políticamente correcto que domina al mundo occidental.
Solzhenitsyn se refirió también a la miopía política de occidente que ha llevado a los relativistas morales a abrir la puerta al totalitarismo y en su momento, a la estrategia mundial del comunismo; al desaparecer como gobierno de una potencia, pero paradójicamente se fue extendiendo paulatinamente como “cultura”, predominando en occidente bajo la forma de comunismo cultural.
En una reflexión similar, y a la luz de la visión cristiana del mundo, (aprovechando esta época de navidad) el papa Francisco en los últimos años ha mencionado el cansancio existencial de Europa que tiene relación con el discurso expuesto por Solzhenitsyn. No obstante, el Papa emérito Benedicto XVI ha sido quien refirió que Europa junto con los países occidentales están heridos de muerte, permeando de igual manera, el interior de la Iglesia católica y la cultura cristiana en general. Para combatir esta situación, a diferencia de Solzhenitsyn, Ratzinger ofrece un discurso apoyado en insistir reiteradamente sobre la conservación de la fe, previendo que la estructura eclesial se siga resquebrajando y finalmente se derrumbe.
La apuesta de Ratzinger no es la reacomodación de la Iglesia a la civilización occidental y a sus intereses relativistas y banales tan criticados por Solzhenitsyn, sino al mantenimiento y custodia de la verdad revelada, que en todo caso implicará la preparación para una Iglesia que seguramente será minoría, al luchar por conservar fielmente el depósito de la fe para el cristianismo católico.
Se acerca el inicio del AÑO 2021, tiempo de trabajar con esperanza por un cambio de perspectiva como consecuencia de las implicaciones que ha representado para el mundo, una pandemia que dejó expuesta la fragilidad del ser humano individualista y lo importante de asumir en época de crisis, la generosidad, solidaridad con caridad y la ayuda mutua por lo menos, en el entorno de la comunidad a la cual pertenecemos.
[1] Cfr. http://www.solzhenitsyn.ru/ Consultada el 20-12-2020 [2] Cfr. http://www.univcongress.info/static/2015/09/Un-mundo-dividido-en-pedazos.pdf Consultada el 20-12-2020
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